Por: Loreta Tellería, Worl BEYOND War, 7 de Octubre 2024
No cabe duda que la expansión del capitalismo, tiene como una de sus más feroces consecuencias la creación de estados genocidas, uno de ellos es Israel. En la actualidad, la humanidad esta siendo testigo de las consecuencias de un sistema internacional en crisis, donde no se respetan las normas mínimas de sobrevivencia humana.
En un discurso ante la ONU en 1964, el Ché Guevara aseguró que “el capitalismo es el genocida más respetado del mundo”. No se equivocaba, hoy en día Israel representa al capitalismo, y el mundo -o aquella parte que lo lidera política y económicamente-, no solo lo respeta, sino que lo apoya en una tarea que es potencialmente autodestructiva.
Los ataques de Israel al pueblo palestino, han matado decenas de miles de personas desde hace varias décadas. Sólo en el último año, las muertes de palestinos han sobrepasado las 40.000 víctimas, entre las que se cuenta una gran cantidad de mujeres, niños y ancianos. A esto se suma una cuantía enormemente mayor de heridos, desaparecidos y desplazados. El número de casas destruidas en incontable, así como el daño hecho por los bombardeos e incursiones militares a hospitales, escuelas y universidades, que en definitiva, mantienen el objetivo explícito de cancelar cualquier posibilidad de futuro a los niños y jóvenes de aquel territorio.
Este relato, por más que lo parezca, no es una novela de ficción, es la constatación de que habitamos un mundo en el cual, las posibilidades de hacer frente a un genocidio son mínimas, en la medida de que el Estado genocida sea la expresión del capitalismo de guerra, cuyas armas en esta oportunidad, no sólo son las bombas, sino el despojo de la salud física y mental, expresadas en epidemias, hambre, sed y perdida de esperanza.
En este escenario distópico, no se respeta nada, ni los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario; ni las resoluciones de organismos como la ONU o la Corte Internacional de Justicia, que ya han determinado que el gobierno de Israel detenga sus actos genocidas, sin ser escuchados.
La política expansionista de Israel, mantiene entre sus objetivos la ocupación de las tierras palestinas, y para ello, busca la aniquilación de sus habitantes o su desplazamiento a otros territorios, dentro de la alternativa de “quedarse y morir”. Este plan no es solo explícito y deliberado, sino apoyado por los países occidentales por medio de la dotación de armas. Que a su vez, mantiene boyante un sistema financiero internacional que se nutre de la muerte y la destrucción. Aunque siga pareciendo ficción, quizás cada habitante que participe en el sistema financiero -a través de una cuenta bancaria-, este contribuyendo en parte, al financiamiento del genocidio.
Así como las narrativas utilizadas para justificar los hechos son falsas, tales como: “el objetivo es Hamás y no la población civil” o “es un acto de defensa y no de ataque”; también son falsas las narrativas usadas por las grandes cadenas de información que siguen los acontecimientos. La instrucción del The New York Times de evitar las expresiones de “genocidio”, “limpieza étnica” o “masacre” en los artículos sobre los ataques de Israel contra la Franja de Gaza, son sólo una muestra de este mundo paralelo de la información.
Si no fuera por los medios alternativos o el personal humanitario que pudo llegar al lugar del genocidio, no nos enteraríamos de que “los médicos operan a los niños a los gritos, sin anestesia, utilizando teléfonos móviles como única fuente de iluminación”, de que “la hambruna de Gaza por parte de Israel supera cualquier otro caso de hambruna provocada por el hombre en los últimos 75 años” y de que “lo sucedido en Gaza es lo más devastador que se ha visto”.
Los daños son irreparables, la vida de miles de seres humanos se ha perdido y se sigue perdiendo, y con ello se destruyen los recursos naturales y el ecosistema del mundo. A un año del genocidio, somos testigos de la complicidad del sistema capitalista, que en un afán mezquino de apoyar a Israel, financia la destrucción de un pueblo, al cual seguramente también llegaran para “reconstruirlo”, con el mismo complejo industrial militar con el que hoy lo aniquilan.
Nuestro deber como humanidad, es ser la voz de los miles que son acallados hoy. El genocidio en Palestina, más allá de hacernos ver que “la humanidad perdió el rumbo”, debe llevarnos a recuperarlo. Una de las primeras tareas es no olvidar que los culpables, son todos aquellos gobiernos y empresas que apoyan a Israel con el envío de armas, articulados y manejados por el mayor Estado genocida del mundo: Estados Unidos.
* Cientista política y economista. Magíster en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos y Doctora en Ciencias Históricas. Miembro del Consejo de Administración de World BEYOND War