La guerra erosiona nuestras libertades

A menudo se nos dice que las guerras se libran por la “libertad”, pero cuando una nación rica libra una guerra contra una nación pobre (aunque a menudo rica en recursos) al otro lado del mundo, uno de los objetivos no es en realidad impedir que esa nación pobre se apodere de la rica, después de lo cual podría restringir los derechos y las libertades de la gente. Los temores que se utilizan para generar apoyo a las guerras no implican en absoluto un escenario tan increíble; más bien, la amenaza se presenta como una amenaza a la seguridad, no a la libertad. Y, por supuesto, el riesgo real para quienes viven en la guerra es principalmente un riesgo de seguridad.

 

Lo que ocurre, de manera previsible y sistemática, en las naciones de todo tipo que libran guerras es exactamente lo contrario de las guerras que protegen las libertades. La guerra es lo que proporciona el concepto de enemigo, y el enemigo es la excusa para el secretismo gubernamental y para la erosión de los derechos. La guerra trae consigo la militarización de la policía, la vigilancia sin orden judicial, los drones en los cielos, el encarcelamiento ilegal, la tortura, los asesinatos, la negación de un abogado, la negación del acceso a la información sobre el gobierno, las restricciones al derecho de reunión y protesta, las restricciones al periodismo y la persecución de los denunciantes. A menudo tratamos de abordar cada uno de estos síntomas por separado, lo cual es muy bueno, pero la enfermedad subyacente es la guerra.

 

La naturaleza de la guerra, cuando se libra entre personas valiosas y devaluadas, a menudo facilita la erosión de las libertades al quitárselas primero a las personas devaluadas y sólo después —una vez que la idea se ha normalizado más— a todos los demás. Lo que comienza con registros ilegales y encarcelamientos de extranjeros de aspecto sospechoso se amplía para incluir a activistas no violentos y periodistas concienzudos y, finalmente, a cualquier otra persona.

 

El militarismo no sólo erosiona derechos particulares sino la base misma del autogobierno, al exigir que el público se someta a quienes afirman saber mejor qué hacer sobre la base de información que debe mantenerse en secreto, así como al condicionar al público a esperar que los funcionarios gubernamentales digan mentiras escandalosas. La guerra no sólo transfiere el poder al gobierno y a unos pocos, alejándolo del pueblo, sino que también lo transfiere a un presidente o primer ministro y lo aleja de la legislatura o el poder judicial. El militarismo erosiona no sólo el gobierno sino la idea misma de las leyes, ya que el cumplimiento de las leyes contra la guerra y contra varios aspectos de la guerra se viola rutinariamente con impunidad.

 

Las guerras no sólo no promueven las libertades, sino que tampoco las crean extranjeros que “te odian por tu libertad”. La motivación subyacente de la violencia antiestadounidense por parte de naciones donde Estados Unidos financia y arma dictadores, o mantiene una gran presencia militar, o impone sanciones económicas letales, o bombardea casas, u ocupa ciudades, o hace volar drones sobre sus cabezas… son esas acciones. Muchas naciones que lideran el mundo en libertades civiles y toda clase de libertades no se convierten en blancos de la violencia; sólo lo hacen aquellas que libran guerras.

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