Por frank goetz
Querido enemigo
¿Te sorprende mi saludo? Por favor déjame explicarte.
Sé que tú y yo estamos en guerra. Como tal, no deberíamos estar hablando realmente para que alguien nos acuse de ayudar e incitar al otro. Dios no lo quiera.
Porque en algún momento mis superiores pueden ordenarme que te saque, no me gusta usar la palabra clave. Estoy seguro de que usted, estando en la línea de mando, está en una posición similar.
Pero estaba pensando que tal vez te parezcas mucho a mí. Sé que hablamos diferentes idiomas y vivimos en lados opuestos del mundo. Pero ambos tenemos un gran amor por nuestro país y haremos casi cualquier cosa, incluso matar si es necesario, si se nos ordena hacerlo. Ambos tenemos familias amorosas que quieren que estemos seguros en casa lo antes posible. Y sabes, ninguno de nosotros es tan diferente de nuestros compatriotas civiles y militares en este conflicto. Estamos destinando todos los recursos disponibles a derrotarnos unos a otros en lugar de resolver racionalmente nuestras diferencias.
¿Cuáles son las posibilidades de que tú y yo nos hagamos amigos? Supongo que haría falta un milagro. Mientras persista la guerra debemos hacer lo que se nos ordena hacer o ser acusados de traicionar a nuestro país y a quienes luchan a nuestro lado.
El milagro sería poner fin a la guerra. Su comandante en jefe y el mío tendrían que estar de acuerdo con eso. ¡Solo dos personas! Sin embargo, sabemos que dado que nuestros dos condados están fuertemente invertidos en la guerra, se necesitaría un gran coraje para que estos dos cambien el curso de la historia y pidan una tregua. Sé, querido enemigo, que crees que esto es imposible, así que déjame mostrarte el camino.
El secreto mejor guardado del mundo es que su país y el mío son firmantes del Pacto Kellogg-Briand. Nuestras constituciones elevan esos tratados ratificados a la ley suprema del país y han guerra ilegalizada. Este mismo tratado que nuestros dos gobiernos han ratificado proscribe incluso utilizando la amenaza de guerra como instrumento de política. Todo lo que tenemos que hacer es educar al público. Cuando suficientes de nosotros, tal vez cientos, miles o millones, exijamos la responsabilidad de nuestros líderes por el cumplimiento de esta ley contra la guerra, ellos cumplirán o se enfrentarán a la Corte Penal Internacional.
Y así, querido enemigo, anima a tu gente como yo animo a la mía a participar en el Cuarto Concurso Anual de Ensayos de Paz. Se adjuntan las reglas. A través de este sencillo dispositivo, todos, jóvenes y mayores, podemos aprender rápidamente sobre la ley, pensar en formas creativas de resolver conflictos de manera no violenta y escribir un ensayo que pueda inspirar a alguien con autoridad a dar un pequeño paso. Basta de pequeños pasos que un día conducirán a un gran salto para la humanidad: la abolición de la guerra. Entonces, querido enemigo, eres mi amigo.
Paz,
Frank